En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía Lucía, una joven que soñaba con convertirse en escritora. Aunque su familia era pobre y muchos le decían que sus sueños eran imposibles, ella nunca dejó de escribir.
Un día, conoció a Diego, un joven que trabajaba como mecánico pero tenía una pasión secreta por la música. Él fue el primero en leer los escritos de Lucía y quedó impresionado por su talento.
—“Tú no solo escribes historias… tú das esperanza,” —le dijo Diego una tarde de lluvia.
Desde ese día, se volvieron inseparables. Diego la animaba a enviar sus escritos a concursos, mientras Lucía ayudaba a Diego a componer canciones y subirlas a internet. Ambos se motivaban mutuamente, recordándose cada día que los sueños no se rinden… se trabajan.
Años después, Lucía publicó su primer libro y Diego lanzó su primer álbum. En la presentación del libro, Lucía dijo frente a todos:
—“Este libro no existiría sin la persona que creyó en mí cuando ni yo creía. A veces, todo lo que necesitamos es alguien que nos mire con fe.”
El amor entre ellos no solo creció, sino que también se convirtió en la fuerza que los impulsó a alcanzar sus metas. Porque el amor verdadero no es solo sentir… es hacer crecer al otro.